lunes, 28 de abril de 2014

Las hormonas del amor

Es bien conocido que detrás de la palabra "amor" hay mucho más que romanticismo y enamoramiento. Pero, ¿qué sucede en nuestro organismo durante el enamoramiento?, porque no cabe duda de que se trata de una etapa convulsa que tiene tanto de tormento como de goce. ¿Qué dice la ciencia al respecto?

Para Helen Fisher, investigadora del departamento de Antropología de la Universidad Rutgers en New Jersey, existen tres etapas claves en el proceso amoroso por el que transita cualquier pareja.
En cada una de ellas se van conociendo algunos procesos químicos que pueden explicar las sensaciones que las personas experimentamos.

Según su teoría, cada miembro de la pareja pasa por tres etapas consecutivas:

La primera, que la Dra. Fisher denomina “lujuria”, término poco acertado en español y que parece más razonable sustituir por el de “impulso sexual o libido”, es producto de la testosterona, hormona que nos incita a buscar pareja tanto a mujeres como a hombres y que, curiosamente, se incrementa en las mujeres enamoradas, mientras que en los hombres en la misma situación se reduce.

La segunda etapa, de “atracción sexual selectiva”, representa un periodo de intenso amor romántico, propio de la etapa inicial de la relación, y en ella se sublima a la persona amada, sin poder dejar de pensar en ella. Es una etapa tormentosa en la que la sensación de desasosiego se alterna con la de bienestar. Se puede perder el apetito y mantenerse hiperactivo necesitando dormir menos, al preferir permanecer en un estado de constante ensoñación con la persona amada.

En esta etapa, cualquiera, hombre o mujer, identifica aquello que no le gusta de la otra o del otro, pero lo aparta de su mente centrándose en lo que le hechiza. La propia palabra “novio” ya da pistas al respecto: no vio, y es que en esta fase apasionada no se ve al ser amado como realmente es.

El estado anímico, y bien podríamos decir obsesivo, de esta etapa se explica por los bajos niveles de serotonina. El aumento de dopamina, un neurotransmisor cerebral, se relaciona con la sensación de bienestar. En cambio la euforia, la hiperactividad y la pérdida de apetito parecen deberse a la noradrenalina, elevada en esta fase y que acelera por entonces a un desorbitado corazón.  

La tercera fase, de “unión o de apego”, se rige por un sentimiento de amor tranquilo, desde luego mucho más duradero que el de la etapa anterior de enamoramiento. Al parecer dos hormonas asumen el protagonismo de esta fase: La oxitocina,  responsable de que la atracción inicial de paso a un vínculo de amor duradero y que desempeña un papel crucial en la aparición del orgasmo estando involucrada en muchos aspectos del amor, desde el comportamiento maternal de los animales hasta que las parejas mantengan una relación duradera, y la vasopresina, u hormona antidiurética que, además de importantes funciones renales, juega un papel importante en la unión de las parejas, lo que se comprobó al estudiar el comportamiento social de algunos roedores.

Diversos estudios también vinculan a la feniletilamina con el amor. Al parecer, el cerebro de una persona enamorada contiene grandes cantidades de esta sustancia, encargada de provocar algunas de las sensaciones y modificaciones fisiológicas que se experimentan durante el enamoramiento. Este neurotransmisor, presente en alimentos como el chocolate, parece ser también responsable tanto de los efectos antidepresivos del ejercicio físico, como de la liberación de endorfinas.


 “Las grandes pasiones son enfermedades incurables”, decía Goethe, y la historia y sus personajes no cesan de darle la razón, sin embargo, a mi modo de ver, la voluntad del ser humano, nuestras vivencias y nuestro entorno, tienen una influencia decisiva en nuestras emociones amorosas, tanto o más, me atrevería a decir, que las hormonas y los neurotransmisores que nos inundan y que a toda costa tratan de subyugarnos.